miércoles, noviembre 18

escultura anónima

Hay una niña sentada en las escaleras con un vestido café pálido -que no beige- con detalles blancos. En sus manos tiene un triángulo. Su actitud es de alguien que toma en serio lo que hace. La niña puede tocar una melodía en el triángulo. Tendrá unos siete, ocho años.

Cada vez que lo toca, la musculatura del hombre que se encuentra más arriba crece. La escalera se bifurca. El hombre se encuentra en uno de los extremos superiores. No trae playera que lo cubra. Sus pectorales se alborotan, parece como si dentro algo burbujeara. Son unos senos, pero más anchos y más duros que los normales.

Un gato con hambre que descansa sobre el barandal observa todo. La mañana es fría. Por ahí cerca se oye la voz de un noticiero, pero no se entiende nada. También se escucha como si un coche se estacionara afuera. El maldito coche es plateado. En la misma calle, y en hilera, patrullas pick up en plata y azul.

- No te puedo llevar en esas condiciones, mira cómo estás, toda madreada.

Dos mujeres en tacones salen, cierran y suena una alarma por un par de segundos. Una cojea al caminar. Entra, sube las escaleras. Busca la llave, abre el candado. Dejó la tele encendida, la apaga. A la entrada hay un mueble con pequeños cajones. Abre uno. Abre otro. Varios más. Finalmente encuentra unos recibos. Saca su celular y marca un número.

-Ya te puedes ir ya los encontré.

El coche arranca. Del primer piso algo blanco escurre . La mañana es fría y se ha quedado sola.