viernes, noviembre 15

Déjà vu (buen fin)

La inseparabilidad de la potencia de producir del cuerpo viviente contribuye a explicar también aquel misterio ignominioso que es el salario (verdadero ápice de la biopolítica, por cierto). Lo que retiene al salario como un tema de los sindicalistas pero no de los filósofos es para replicar que, en base a tal criterio, Heidegger fue incluido entre los peritos químicos, por haberse ocupado insistentemente de la técnica. Pero vayamos al punto. Dando el salario, el capitalista pretende comprar la fuerza de trabajo, o el "trabajo como subjetividad", no el cuerpo viviente. A diferencia de la vida del esclavo, la del obrero no posee ningún precio: "Como esclavo, el trabajador tiene un valor de cambio, tiene un valor; como trabajador libre, por el contrario, no tiene ningún valor; solamente la disposición al trabajo, producida por el intercambio con él, tiene valor". Potencia y vida son consustanciales, pero no idénticas: tanto es así que la apreciación de la primera procede junto a la devaluación de la segunda. ¿Pero cómo se fija el valor de cambio de la potencia? ¿En base a qué parametros se determina el salario?

El recuerdo del presente: ensayo sobre el tiempo histórico. Paolo Virno.