jueves, octubre 27

Ni perfección (tú curas, o te pepenan las cosas)


El acceso: accesorio como proyecto vital. Sin importar espacios. De peso trascendental. Titulares. Charola de regalo. Campaña de promoción. Ni si tu sonrisa saldrá perfectamente afinada, en portada. Resistencia. Rásquele – rásquele. Nada hay de eso. Si le compras, tu sabrás porqué lo haces y lo que buscas. Mala jeta. No te regalarán un celular nuevo. Ni podrás cambiar el viejo por puntos extra. A tu favor en el bureau de crédito. No escondas nada más que esa voz cansina: el canto recostado en tu alma. Se te asoman: las mancuernas castañuelas. O bueno, de vez en cuando. En medio de esos aires oxidados. Suenan huecos. Búscale mana. Sigue profundizando. Cuitas particulares. ¿Esperas que en tu cara luzca la satisfacción? Esforzarse. Te esforzará. ¿El morbo o la curiosidad? Sacarás lo mejor, como siempre. Después de todos los tumbos. Hasta tu sudor notarás. Y su dedicación diaria. Pero no busques un camino hacia la pureza. Ni perfección. Ni una de esas malditas curvas que da la fama. Más bien, lo que vas a hallar: una mirada baja. Es casi dócil. Pero eso no quiere decir que carezca de orgullo. Que lo tiene. Escucha canciones lejos. No descargues pila. Más declaraciones adorno, o menos juiciosas. Podrían ser de amor. Puede incluso que las cargue el diablo. Como no las usemos correctamente. Pero resultan sedosas al tacto. El movimiento de los dedos. El no perder el ánimo. Vinil negro. Negro viril. ¿Y tu compostura madura? Entonces notaremos, y los demás. Que te digo. Nos está mirando a los ojos. Incluso sabremos.  Y los demás, desde antes. Alguna vez escribieron todos estos tocados por nosotros. Lo sabremos al acabar. Y al volver a comenzarlo. En el gesto. Triste. Contento por eso. Adentro. Sí se me ve bien, ¿no?
Guillermo Santamarina